Jacques Anquetil era el máximo y casi único favorito para imponerse en la Vuelta a España de 1962. Todo estaba preparado para que el francés, máxima figura del ciclismo mundial en aquellos momentos y uno de los mejores contrarrelojistas de la historia, subiese al podio de San Mamés el 13 de mayo como vencedor de la carrera española, cosa que nadie dudaba que ocurriría así. Ningún otro ciclista estaba capacitado para hacerle sombra y su director, Raphael Geminiani, le había arropado con el mejor equipo del pelotón. Mientras sus gregarios debían controlar la carrera, él tendría que poner la puntilla en la antepenúltima etapa, una contrarreloj de 82 kilómetos entre Bayona y San Sebastián. Es decir, una victoria conseguida con el mínimo esfuerzo. Sin embargo, el ganador fue el alemán Rudi Altig, uno de sus peones.
El campeón francés cayó enfermo, aquejado de una gastritis, en la etapa con final en Vitoria. Entre comentarios de "Anquetil est mort" de los enviados especiales de la prensa gala, fue allí donde se le empezaron a complicar las cosas. El español Pérez Francés, segundo en la general final, intentó por todos los medios la escapada aquel día, pero a todos sus ataques respondía Altig. Llegados a la contrarreloj que habría de definir el resultado de la ronda, Altig se exhibió una vez más consiguiendo la victoria por delante de su jefe de filas, que arrastraba todavía sus problemas físicos. A la pregunta de si Anquetil ganaría la Vuelta, el alemán contestó con rotundidad que "seré yo el vencedor". Efectivamente, Jacques abandonó en la etapa siguiente, Vitoria-Bilbao, y Altig vio expedito el camino hacia el triunfo final. No sólo consiguía la satisfacción de verse en lo más alto del podio, sino que se tomaba cumplida venganza de su director de equipo y de su jefe de filas, quienes le habían descartado para la disputa en el mes de julio del Tour de Francia por considerarle demasiado joven e inexperto. Al director, al menos, le quedó el consuelo de comprobar que sus corredores se habían impuesto en doce de las diecisiete etapas de que constaba la ronda hispana en aquella edición.
¿Los españoles? Pues, poca cosa. Aparte del segundo puesto de Pérez Francés en la clasificación general, los más destacado fue ver a Karmany coronado por tercera vez consecutiva como rey de la Montaña, hazaña nunca antes conseguida por otro ciclista.